30 oct 2012

Korail, la infraciudad habitada


El post anterior,escrito en Bangladesh,tiene en su contenido parte del alma del propio país. Un lugar donde toca sufrir y adaptarse a lo que hay, o bajarse del barco(y nunca mejor dicho). Esta entrada está escrita desde la tranquilidad que ofrece abrir un grifo y poder beber el agua mientras rememorar lo vivido, no sufriéndolo in situ. Por ello,quizás ahora Bangladesh se os antoje un poco más amable,civilizado y moderno. Quizás.

Nos acercábamos a Dhaka en barco, habiendo compartido el escasísimo habitáculo entre Ster, las mochilas, un polizón y yo durante toda la noche. La pobre seguía con fiebre y malestar por lo que el movimiento nocturno del barco no ayudó mucho a mejorarla. Para más Inri, teníamos programada la llegada a Dhaka a las 5:00 de la mañana, pero no nos dimos cuenta que estábamos remontando el rio y eso le sumó una hora de retraso(evidentemente, implica restar una hora de preciado y necesario sueño). Salimos del camarote para poder apreciar tanto a babor como a estribor las inmensas columnas que se erguían a lo largo de las dos orillas. Eran columnas como las que hay en el parque Etxebarria, pero había cientos de ellas; La industria de la construcción de bangladesh se nutre de los millones de ladrillos que nacen en estos lugares y se transportan a traves de los anchos rios y las estrechas carreteras.

Al llegar a nuestro destino, pudimos empezar a comprobar un hecho del que nos habían avisado bastante veces. Dhaka, la capital más desordenada y densamente poblada de tódo el continente, se había vaciado por completo debido al Eid. La mayor parte de los habitantes son gente que ha emigrado de las zonas rurales para buscarse la vida en la gran ciudad, debido a que en su lugar de origen las condiciones son aparentemente más duras. En cuanto salimos de Sadarghat, preguntamos a 3 o 4 CNGs si nos llevaban hasta otra zona en la que habíamos fichado unos lugares para quedarnos, pero queríamos movernos con el medidor de coste que llevan incorporado. Lógicamente, todos dicen que no les funciona, y así te pueden cobrar lo que quieran. Teníamos unos precios orientativos sobre los trayectos más comunes, y la forma de proceder era ésta(sabiendo que el trayecto real cuesta 100,según el medidor):

- Shalam Alekum
- (Sonrisa eterna, pensando que iba a hacer el dia con nosotros)
- Queremos ir a la zona X.
- (Levanta los 5 dedos de la mano, o sea, la palmita)
- Nos partimos el culo delante suyo, unos "mecaüendiox" en castellano, y un "a ver si piensas que somos tontos".
- Saca 4 dedos de la mano, sonrisa eterna
- Nos miramos, y por regla general Ster lanza el ordago: 100
- La sonrisa eterna se torna en cara de incredulidad. "Como saben estos pringados con mochilas lo que cuesta"?.
- Tres dedos, sonrisa eterna
- Por la ley de la oferta y la demanda, detrás aparece otro CNG pitando y diciéndonos que vayamos.
- Como si no fuese con nosotros la cosa y como tenemos el culo pelado, le decimos al de atrás que 150. Cara de Poker y negación rotunda.
- El que se había quedado solo, se pone nervioso y pita. volvemos con él y le decimos que el de atrás nos ha dicho que 150.
- Mira al de atrás con cara de asesino, y estira la mano para abrirte la verja metálica.
- Estando dentro, no para de quejarse de que el trafico será horroroso, y nos pide 200. Hacemos el amago de bajarnos, y re arranca el CNG.
- En el destino, vuelve a pedir 200, por la misericordia de Alá.
- Nos vamos, dándole las gracias y a otro tema..!

Llegamos al alojamiento que esperábamos, pero la guía era de hacía 5 años y los precios habían subido bastante. Nuestra idea era pasar un dia en una de los grandes barrios y el siguiente y último, más cerca del aeropuerto y de Korail(luego se explicará este lugar). Terminamos moviéndonos a otro hotel, que resultó ser igual de caro que el anterior pero mucho peor y encima el trayecto fue movidísimo...como en las calles no hay nadie(todos se han ido por el Eid, bla,bla,bla..) digamos que  aprovechan para conducir como nunca pueden, rápido. Y al final de una de estas rectas de 5 carriles,  un camión decidió saltarse su semáforo rojo, aprovechando que era Eid. Un segundo antes, hablábamos de la hamburguesa del Ziburu que nos íbamos a comer, cuando una sombre enorme y un bandazo del CNG de tres ruedas nos trajo a la realidad de golpe. La sensación era indescriptible, silencio y olor de frenazo, mientras el mastodonte pasaba por delante de nuestro vehiculo, igual que hubiese pasado por encima de nuestras vidas.

Dimos una vuelta por la zona de los embarcaderos, a ver si veíamos algo interesante. Un KFC nos llenó las tripas y el medidor de energía  que hacía tiempo que flojeaba bastante...la penúltima de las noches terminó a golpe de ventilador. Por la mañana, el hotel nos volvió a decir que no tenían desayuno porque durante el Eid los camareros se marchaban a sus pueblos o sea que nos acostumbramos a pasar las mañanas sin comer nada. El CNG nos llevó por un buen precio hasta otra zona de la ciudad, a base de una coincidencia. En una ciudad como Dhaka, la probabilidad de encontrarse al mismo conductor de los infinitos CNG es tan remota como posible, y ese fué nuestro caso..casi le obligamos a poner el "meter" en marcha, cuando se dio cuenta de que o nos llevaba o se iba a pasar un buen rato buscando a otros clientes. En un santiamén nos acercamos a Banani-1, la zona más opulenta de Dhaka, donde se encuentran los mejores restaurantes y hoteles. Nada más bajarnos, vimos un café de los de verdad, y corrimos a disfrutar de unas napolitanas y una especie de donuts; por fin, notábamos como el viaje se acercaba a la recta final, a base de mordiscos dulces y de sonrisas...


Al intentar dejar las mochilas en el albergue que habíamos mirado, nos dijeron que había cerrado y tuvimos que ir a otro guest house que se encontraba por la zona. "Viator guest house" es un lugar donde se mezcla artesanía de comercio justo y un buen alojamiento, en la mejor de las zonas de la gran ciudad. Encima, habíamos decidido dormir cerca del aeropuerto porque el vuelo hacia Calcuta salía prontito, y así tener un quebradero menos de cabeza. Como último argumento para elegir este alojamiento y zona es que está a tiro de piedra de Korail.







Si por arte de magia te pudieses teletransportar allí, los olores te golpearían la nariz en las calles llenas de basura, orines de personas y animales. El tacto del barro sucio te entraría entre los dedos pequeños del pie al avanzar entre charcos de las calles. Los juegos y gritos de los niños taladrarían tus oídos haciéndote entender que la gente puede ser feliz aunque sea en condiciones infrahumanas. El sabor del té con leche condensada apaciguaría la sensación de ajetreo entre el bullicio de las callejuelas. Pero la vista, te haría sufrir más que cualquier otro sentido. Mediante los ojos podrías ver que es una isla en la mitad de una gran urbe, rodeada de un lago que evita que las 200.000 personas que malviven entre uralita y barro se mezclen con la gente pudiente que vive en los rascacielos a menos de 100 metros de distancia.





De todas formas, Korail no es más que una reducción a la mínima expresión del sentido y forma de vida del país  supervivencia a toda costa. Sólo puede llegar a sorprender en exceso si simplemente vas a la capital Dhaka, para un fin de semana en un vuelo y decides no visitar el resto de Bangladesh. Cuando llevas un mes pateando calles, callejuelas, bazares y tienduchas, ya no impresiona tanto como si por arte de magia te teletransportasen allí, como hemos dicho antes.







Si pasear por Bangladesh es un ejercicio para aprender a ser examinado y analizado por cientos de personas mediante miradas y preguntas, hacerlo por Korail es el examen final de que puedes moverte por el mundo y eres tolerante a la curiosidad ajena. Las callejuelas(en el mejor de los casos, 3 metros de ancho. En el peor, medio metro) donde te cruzas con niños que juegan con bolas de bolsas de plástico  madres adolescentes, ancianos inválidos y cuadrillas de espectadores de criquet(increíble la cantidad de personas que se pueden juntar alrededor de una televisión pequeñaja) son un hervidero de vida desde que el sol permite ver por donde andas hasta que las hogueras de la noche marcan el camino de ir a casa.










Vuelta a nuestro albergue, nos enfrentamos a la última noche de mosquitos urbanitas, mientras escribíamos algo en el blog o nos empezábamos a empapar de la realidad a la que estábamos acostumbrados, mediante las redes sociales. Una última noche en Bangladesh.